Asumir que tu propia madre no te quiso y no te quiere es uno de los procesos psicológicos y emocionales más difíciles de superar y con consecuencias devastadoras en todos los órdenes de la vida. A este dolor, hay que sumarle la incomprensión de los otros, una sociedad dispuesta a mirar para otro lado ante una realidad tan antinatural.
Las hijas de madres tóxicas llegamos a dudar hasta de nuestra propia salud mental, porque a años de maltrato emocional, de tortura psicológica, hay que sumarle el silencio y la falta de apoyo de las personas que han estado cerca durante nuestra vida, y de cualquier entidad gubernamental.
Creo, sin miedo a equivocarme que es el maltrato más silencioso que existe. Quizá por lo antinatural de que una madre maltrate a su hija, y por la imposibilidad que tenemos las victimas de denunciarlo ya que las autoridades no manejan este tipo de abuso, el sufrimiento queda rompiendo nuestro cuerpo y alma.
La mayoría de las niñas que hemos sido criadas por madres con trastorno narcisista de la personalidad, somos inseguras, tenemos falta de autoestima, necesidad de aprobación, una autoexigencia brutal, dificultad para la intimidad emocional y un vacío profundo. Somos extremadamente dependientes e incapaces de alejarnos de estas madres tóxicas, a las que a su vez odiamos. Todo ello procedente de la falta de amor primario, el de nuestra propia madre y de sus abusos psicoafectivos.
Tanto dolor, generalmente negado (reprimido), lo expresamos mediante complejos, síntomas neuróticos (ansiedades, depresiones, adicciones, trastornos alimentarios y de personalidad, autoagresiones…).
Durante nuestra infancia tratamos por todos los medios de ganarnos la atención y la aprobación de nuestra madre. No nos sentimos dignas de ser queridas. Aprendimos que nuestro valor está en lo que hacemos, no en lo que somos.
La fragilidad y la inseguridad son nuestras compañeras de viaje y, con frecuencia, pasamos este legado a nuestros hijos, cronificando un circulo vicioso de maltrato.
Muchas veces nos escondemos tras el éxito social, laboral o económico. Somos maestras en exponer al mundo una fachada impecable que oculta nuestras miserias. Llevamos tapando nuestra misera vida casi desde que nacimos. Pero, somos muertos vivientes que nos pasamos la vida poniendo toda nuestra energía en llenar el abismo afectivo que nuestra madre nos ha dejado. Esto nos crea incapacidad para amar y ser amadas.
PERO PESE AL AGUJERO NEGRO EN EL QUE SIEMPRE HEMOS VIVIDO, HAY SALIDA.
La niña dañada que llevamos dentro , puede ser sanada. Podemos y debemos tomar el control de nuestra vida.
Por doloroso que sea debemos poner nombre al maltrato que hemos sufrido por parte de nuestra madre. Da igual que la mayoría de la gente no lo entienda. No ha sido culpa tuya tener una madre que no ha sabido amar.
Se consciente de que ella nunca va a cambiar. Ha tenido miles de oportunidades para hacerlo, lo mismo que tu ahora, pero nunca lo hizo.
Despidete de la madre que nunca tuviste y siempre anhelaste.
No sigas desesperadamente buscando de manera infructouosa el modo de llenar ese vacio. La busqueda desesperada del amor y reconocimiento, nos hace ser presas faciles de hombres narcisistas.
Pon distancia fisica y emocional con esa mujer que no supo quererte. No te hagas más daño, e intenta no traspasar tus heridas a tus hijas para no perpetuar este desorden mental.
Rompe la dependencia emocional a ella, la vampiro emocional.
Y sobre todo, deja de buscar la aprobación que tu madre nunca te dió en los demás. Apruebate tú. ERES PERFECTA, MERECES AMOR!!!