La madre tóxica practica la triangulación, o el separar y tratar de diferente manera a los hermanos. A cada hermano le atribuye un papel. Por un lado está el niño dorado, o favorito y por otro el chivo expiatorio, o malo de la película. Vamos a ver aquí algo mas sobre el chivo expiatorio.
El Chivo Expiatorio es el hij@ odiado de la madre tóxica, la oveja negra de la familia. La madre tóxica cree que su Chivo Expiatorio hace todo mal, es rebelde, grosera y mal agradecida.
Este hijo, al contrario del Niño Dorado, va a ser «el culpable» de todos los problemas de la familia. La madre narcisista se va a encargar de criticar, humillar, desaprobar y culpar al Chivo Expiatorio, inclusive cuando este hij@ no haga nada malo.
El Chivo Expiatorio es el hij@ que rechaza el legado de abuso y tiranía en la familia. La madre tóxica se enfurece con el-ella por intentar librarse del abuso y a cambio recibe la condenación de la madre narcisista.
El Chivo Expiatorio, en muchas ocasiones, es el hij@ que termina abandonando a la familia disfuncional en la que vivía para llevar una vida normal, más sana y lejos de su o madre tóxica y de sus hermanos dorados. ¿Te suena conocido? Personalmente me siento absolutamente identificada.
Los Chivos Expiatorios, después de vivir tantos años en este ciclo de abuso familiar, pueden terminar con la autoestima muy baja y una depresión profunda. Si no resuelven y superan estos conflictos personales, es muy probable que terminen relacionándose ó casándose con un(a) narcisista y volver a caer en el ciclo del abuso.
En ambos casos, tanto El Niño Dorado como El Chivo Expiatorio son casos de niños que sufren un abuso narcisista. Los dos sufren el abuso de distintas maneras (uno la aprobación, el miedo y el control y el otro la desaprobación, la culpa, la humillación y el rechazo) . En ambos casos, los hijos de una madre narcisista viven en un ambiente tóxico y destructivo.
Yo soy ambos hijos al mismo tiempo (soy hija única, no tengo hermanos). Cuando la obedezco en todo y le doy gusto, soy la niña de sus ojos, me alaba (para decirme que soy buena gracias a ella), pero si me salgo de sus linderos, si hago algo que a ella no le gusta, entonces soy mala, soy desagradecida, soy egoísta, no pienso en ella que es una pobre mujer anciana que no tiene a nadie más en la vida, que no valoro lo que ella hace, que no valoro todos los sacrificios que ella hizo para sacarme adelante para ser la mujer exitosa que soy, que sin ella no puedo vivir y que si algún día me alejo, ella se irá y yo jamás volveré a saber de ella. Con ella no se puede hablar, no se puede razonar, traté de decirle que pensara un poco si ella puede ceder, y me dice «yo soy así y así me voy a morir», según ella la que tengo que ceder soy yo. ¿Qué hago? A veces siento que no aguanto más.
Hola Ana. Gracias por compartir tu historia. Es duro crecer en una jaula de oro porque no puedes ser tú nunca. Has visto que ella no cambia, luego la que tiene la llave eres tú. Solo cambiando tú, podrás descubrir quien eres. Alejarnos de la causa de nuestro malestar es el primer paso. No es fácil, pero has de decidir lo que prefieres, seguir atada, o lo desconocido y volar. Un abrazo y no olvides nunca que vales mucho, pese a que tu madre no te lo deje ver. La película Rapunzel o Enredados de Disney quizá te sirva para identificarte. besos
Te aconsejo que pases de ella, que vivas tu vida y que pongas distancia entre las dos. Yo lo hice a los 53 años. Me casé ya mayor con un extranjero y me fuí lo más lejos que pude. No tengo ahora todavía ni he tenido nunca una vida normal, pero lo intento y lucho por ello cada día. Nuestro problema no tiene marcha atrás y hemos de vivir con él, pero al menos, como en mi caso, tengo libertad y disfruto de tranquilidad en mi propio hogar. Márchate y dejala sola! Y que eche de tí por la boca todos los sapos que quiera; una vez estés fuera de sus garras, te aseguro que ya no te importará. Yo estaba igual de desesperada que tú en lo que viví a su lado; en muchas ocasiones pensé: qué pasaría si no me despertara mañana… Desde que me fui, ya no siento ni pienso lo mismo. Tengo mi propia vida y personas a mi alrededor que, con sus propios fallos también, al menos saben valorarme bastante más, al menos, que lo hizo mi madre. Hay vida después de ellas, te lo aseguro.
gracias por tu apoyo a otras Adela