Las personas que hemos crecido en el seno de una familia disfuncional con una madre o un padre narcisista para el que nunca hemos sido lo suficientemente buenos, de adultos tenemos problemas de confianza con las personas.
Cuando has vivido en una familia disfuncional con al menos uno de los progenitores con trastorno narcisista, conoces el gran dolor de no ser el niño o la niña que querían.
Te ha llevado muchos años saber que no importa lo que hagas nunca vas a cumplir sus estándares de buen hijo o hija.
Nada que hayas hecho ha servido para ganarte su amor y apreciación. Siempre has fallado, pero no por tus defectos , si no por los de ellos.
Ser víctima de una persona narcisista desde que naces, deteriora toda tu vida. Aprendes a no marcarte expectativas con las personas, porque no las cumplirán.
Si quienes más te debieran de haber querido han sido capaz de utilizarte como a un objeto solo para sus intereses y nunca te han mostrado la unión que parece natural de padres-hijos, como las demás personas van a ser de fiar.
Así que salimos al mundo real como personas heridas a las que se nos complica muchas veces confiar en los demás y ello nos convierte en personas herméticas y distantes no pudiendo disfrutar de las personas y la vida como deberíamos.
Circulamos por la vida con un gran problema de confianza y tendemos a ser tremendamente independientes porque te sientes estúpida si confías en los demás.
Somos quisquillosos con las personas, y terminamos poniéndonos una coraza, lo que hace que no dejemos que nadie se acerque a nosotros. Estar tan a la defensiva nos aísla. Pero muchas veces preferimos eso a arriesgarnos a que nos hagan daño, no queremos que nadie más nos traicione.
Si has sufrido una infancia dura no te cierres a la vida, mereces vivir. No todas las personas van a hacerte daño. Tienes que aprender a distinguir a las personas de verdad de las que te van a cosificar.
Recuerda que hay gente que te va a ayudar a crecer como persona y a sacar lo mejor de ti, y son las personas que mereces en tu vida.